Al celebrar el “Día del Régimen Municipal”, este 31 de agosto, se recuerda una fecha que, por su trascendencia, debería de tener más relevancia en el calendario de efemérides, ya que, en este año 2019, se recuerda el 171 aniversario de la proclamación, por parte del entonces presidente, el doctor José María Castro Madriz, de la primera República, lo que definió a Costa Rica como una Nación verdaderamente libre, soberana e independiente.
Es evidente que aquella decisión de don José María Castro marcó un antes y un después para el devenir de la construcción de la Nación costarricense, algo que sería esencial para la futura conformación de su identidad, su idiosincrasia, sus tradiciones, su cultura y sus valores, ampliamente vinculados con la libertad, la equidad, la solidaridad y la paz.
LA INDEPENDENCIA
En 1821, la Independencia, como acto de separación oficial del Reino de España, nos llegó desde Ciudad de Guatemala, que fue el verdadero escenario en donde los actores de este proceso histórico y político desarrollaron el drama de romper las cadenas con el imperio que había regido a Centroamérica por más de tres siglos.
Si bien es cierto, Costa Rica no fue ajena a la agitación de aquel momento, ya que se luchó en Ochomogo por unirse o no a otro imperio, en este caso el de Iturbide en México, la distancia geográfica al centro de decisión era enorme y los tiempos de comunicación eran inconcebibles para los estándares actuales, en los que la información se comparte a la velocidad de la luz por todo el globo y más allá.
Ahora bien, luego de las convulsiones iniciales, — tras la ruptura con la “madre Patria” –, fue ese mismo condicionamiento temporal y espacial el que provocó que, afortunadamente, este país, entonces parte del experimento federal centroamericano, quedase al margen de las luchas intestinas que, en aquellos primeros años, libraron las élites de las naciones vecinas por el poder.
En primera instancia, fue don Braulio Carrillo quien, de hecho, aunque todavía no de manera formal, rompió los nexos con la antigua Capitanía General de Guatemala. La separación oficial, de ese proyecto federalista de alcance centroamericano, fue la decisión soberana que hoy se conmemora y que es necesario dar a conocer a las nuevas generaciones.
LA REPÚBLICA
El 31 de agosto de 1848, don José María Castro Madriz, como ya se indicó, proclamó a Costa Rica como una República, un Estado soberano y libre que, desde ese momento, se convirtió en un actor clave, no sólo en el escenario centroamericano, sino en el panorama latinoamericano e internacional.
Esa consolidación de la independencia, fue crucial pocos años después, cuando Costa Rica enfrentó su bautizo de sangre como país, entre 1856 y 1857, en la guerra patriótica, mejor conocida como Campaña Nacional, que permitió expulsar de Costa Rica y de Centroamérica a los filibusteros de William Walker, que pretendían convertir al istmo en una colonia de intereses foráneos y en un enclave de esclavitud.
Los grandes héroes que son referencia de la identidad de la nacionalidad costarricense, como Juan Rafael Mora Porras, José María Cañas, Juan Santamaría o Pancha Carrasco, fueron un legado más de ese período que definió el sentido de pertenencia de las y los ciudadanos hacia una realidad política llamada Costa Rica.
LAS MUNICIPALIDADES
Ahora bien, es indispensable señalar, que aquella decisión del primer Presidente de la República, don José María Castro, se sustentó, en gran medida, en el apoyo que le ofrecieron para que diese ese paso, los gobiernos municipales del país, encabezados por el ayuntamiento capitalino, en representación de la voluntad popular.
Por este motivo, en 1977, durante el gobierno del presidente Daniel Oduber Quirós, y en homenaje a ese apoyo que dieron las municipalidades para que el Congreso de la Nación aceptase la proclamación de la República, se decidió celebrar, todos los 31 de agosto, el Día del Régime Municipal Costarricense.
En momentos difíciles para la democracia costarricense, debido a los cuestionamientos que afloran sobre su capacidad de generar bienestar y oportunidades para todas las personas, se hace necesario subrayar ese rol tan importante que, para el futuro de esta República, tienen los gobiernos locales.
Para que el futuro de la democracia costarricense sea tan brillante como lo ha sido su pasado, en estos 171 años de historia, es imprescindible que este régimen republicano evolucione desde el modelo liberal, burgués y representativo, hacia un sistema más deliberativo, social, participativo, transparente y directo.
Como primer eslabón de la máquina democrática, los gobiernos municipales, que son los que mejor conocen los problemas, las dificultades, los anhelos y las esperanzas de la ciudadanía, deben dar un paso al frente, para que igual que hace 171 años, sean un elemento consustancial a la reformulación de la República en la realidad costarricense del siglo XXI.
A estas alturas del tercer milenio y en el escenario de un país que se ha distinguido en el concierto internacional, — sobre todo a partir de la fundación de la Segunda República, en 1949 –, por su credibilidad electoral, su equidad social, su libertad, su respeto por los derechos humanos, su compromiso con la paz y su vocación de desarrollo sostenible con el ambiente, resulta un contrasentido que los 82 ayuntamientos del país, en su conjunto, sólo ejecuten alrededor del 1,4 por ciento del presupuesto ordinario de la República.
Aún más chocante es que muchas de las competencias que, por su dimensión geográfica y humana, son responsabilidad municipal en la mayoría de las democracias modernas del mundo, en Costa Rica estén distribuidas, de un modo ineficiente y muy complejo, entre el Estado central e instituciones públicas sectoriales.
Otras democracias, en diversas latitudes, han dado pasos en el fortalecimiento de los ayuntamientos, que es necesario analizar, ya que para su ciudadanía la mayoría de sus inquietudes cotidianas encuentran respuesta, eficaz y eficientemente, en las escalas locales y regionales de la administración pública.
Esta República, — y en particular el Estado social y democrático de derecho, solidario y del bienestar costarricense –, tiene la obligación de hacer realidad el precepto, plasmado en la Constitución Política, d que las municipalidades son los entes rectores del desarrollo integral de sus comunidades.
Por ende, el camino hacia una mejor democracia, pasa por un necesario proceso de descentralización y de transferencia de recursos y de competencias desde el gobierno nacional a los municipios, algo que debe hacerse de manera consensuada y oportuna, como parte de un proyecto país que dé respuesta a los grandes retos que han surgido de la mano de desafíos como el surgimiento de la sociedad del conocimiento, la revolución en las tecnologías de la información y de las comunicaciones, el cambio de matriz energética hacia las fuentes renovables, la globalización, el nuevo paradigma de desarrollo sostenible, o el cambio climático que acompaña al calentamiento global.
En 1848, los antepasados tuvieron altura de miras, para romper con el pasado, con el fin de proyectar a Costa Rica, como República, hacia el futuro. Hoy, a 29 años del bicentenario de aquella gesta, son sus herederos y sus descendientes los que deben asumir las riendas de la Nación, con el fin de dar los pasos que son necesarios para que, al menos, sea posible garantizar a las nuevas generaciones una calidad de vida digna y oportunidades de progreso social y económico, en un entorno ambiental sostenible y con una calidad de vida digna para toda su ciudadanía.